La eternidad (parte 4)

 nueva sensación se apodera de mí, soy la nave. Cada una de sus funciones viene a mí. Siento su funcionamiento, sus sensaciones, sus problemas. Ella y yo somos una entidad.

La dirijo hacia la abertura, conecto el escudo de protección y alisto el cañón fotónico. Me introduzco en ella, dispuesto a enfrentarme al peligro. En el avance sorteo los obstáculos, los minutos son de tensión, podría ser el fin. Quién sabe si esto fue lo que le ocurrió a la expedición de Andrón. No seamos pesimistas, las condiciones no son las mismas. La tecnología usada en la construcción de nuestra nave es muy superior.


He sufrido algunas colisiones, pero el escudo ha preservado la astronave. Un enorme asteroide obstruye nuestro paso, desconecto el escudo y apunto con el cañón, disparo y sondeo el espacio. Vuelvo a conectar el escudo para eludir la lluvia de objetos que se dirigen hacia nosotros, y la impulso hacia delante. Como por arte de magia, nos encontramos en el espacio abierto. Miro hacia atrás y veo con alegría cómo la inmensa barrera se aleja. ¡Lo logramos!, es lo primero que pienso. Detengo la nave, paso el control al energo-cerebro para que verifique el funcionamiento de los sistemas. Mientras tanto, nos dedicamos a observar el espacio circundante. Esta parte del universo es nueva para nosotros, pero no parece el final.

El energo-cerebro me comunica que las condiciones de la nave son óptimas. Trasmito la información al resto de los tripulantes y les expongo la situación actual.

—Estamos solos, la barrera de asteroides impide cualquier comunicación con Eternidad. Este es el momento más difícil de nuestro viaje, cuento con ustedes.

Qué equivocado estaba al formular esa afirmación; cómo iba a saber lo que nos quedaba por vivir.


La soledad del espacio agobia y a veces nos hace divagar. Estoy de guardia, he prolongado mis turnos pues desconfío de lo desconocido. Me dispongo a llamar a Ulana cuando comienzan a llegar señales evidentes de la presencia de cuerpos celestes. Sigo el protocolo para situaciones de este tipo, despierto a Ulana y a Rina; juntos nos dedicamos a analizar los pormenores. Tras un arduo trabajo, encontramos la solución. Despertamos a los chicos, es necesario que les hable.

—Entramos en un sistema solar desconocido, lo forman cinco planetas que giran alrededor de un sol doble. De los cinco, el cuarto con relación a sus soles es el único que presenta probabilidades de vida. Hacia él nos dirigimos.

Pongo la astronave en marcha y nos acercamos al planeta, nos ocultamos detrás de uno de sus tres satélites; a partir de ahora, nos dedicaremos a observarlo.

Las características son parecidas a las del planeta Tierra. El 90 % de su superficie permanece cubierta por el agua, el resto, lo ocupa un inmenso continente al que rodean unas pocas islas. Su clima es tropical con algunos lugares desérticos y se aprecian señales de vida inteligente.

Decidimos descender y ocultarnos en lo más profundo del mar, ahí no podrán localizarnos. La tecnología de que disponen no les permite sumergirse a esas profundidades. Bajamos como un bólido. Quien se percatara de nuestro descenso, al ver la estela luminosa que dejamos, solo pensará en la caída de un meteorito.

Ya casi al tocar el mar, desaceleramos y nos sumergimos sin que nuestra intromisión altere la placidez de la superficie.


Llevamos varios días en una oscura grieta. Nuestras observaciones indican que no fuimos detectados. Preparo un magnetomóvil para salir de exploración junto a Rina y Sima. Los demás deben cuidar de la nave. Es hora de explorar el planeta y conocer  a sus habitantes.

En el recorrido, nos hemos topado con lo inesperado. El mar está pleno de vida, grandes bosques de algas gigantes cubren los suelos, bellas ciudades se asientan en sus fondos. La fauna es diversa, su variedad casi infinita. El mar está repleto de oxígeno, nuestros transductores trabajan a la perfección.

Todavía no hemos mantenido contacto con los habitantes, los hemos podido eludir y observar a distancia. En el planeta predominan dos razas, una acuática y otra terrestre. Esta última, posee la tecnología necesaria para pasearse por el mar como si fuera su casa.

—Los que ejercen el dominio parecen ser los que vive en la tierra. Sin embargo, yo diría que los habitantes del mar llevan más años de evolución —dice Sima.

—Eso he observado, pero es una incógnita que debemos resolver. Es tiempo de que regresemos —les digo a mis acompañantes.

Justo antes de llegar a la astronave, una abertura en la roca llama mi atención. Es lo suficientemente grande para que pase nuestro vehículo. Entramos a ella por un conducto que se introduce en el suelo. Reina una oscuridad impenetrable, nos orientamos gracias a los sensores ópticos. Pasado unos minutos, comenzamos a ascender. Al final se vislumbra una tenue claridad, ¿será la superficie?

Nos acercamos al resplandor; próximos a él, detenemos la marcha. Un minúsculo sensor se desprende del magneto-móvil y asciende hasta la superficie. Un vistazo nos indica la situación, no hay peligro. Ante nosotros se extiende una espaciosa caverna, la luminiscencia que vemos proviene de pequeños microorganismo adosados a las paredes. Al cerciorarnos de la ausencia de riesgo, ascendemos. ¡Qué bello espectáculo se ofrece ante nosotros! Las paredes refulgen en mil colores. Todas las gamas del espectro se encuentran representadas en ellos. Son miles de microorganismos que irradian luz para alegrar este recóndito lugar.

Un fuerte ruido nos sobresalta. Antes de que seamos capaces de reaccionar, el conducto queda bloqueado. El agua sobre la que flotamos desaparece. Nuestro vehículo es aprisionado por un artilugio mecánico. Ante el sobresalto de mis acompañantes, les indico que se mantengan tranquilas. La situación es delicada, pero puede tornarse peor si mostramos miedo.

No hay duda, en una trampa diseñada por seres inteligentes. Sin embargo, hasta ahora no nos han hecho daño. Si sus intenciones hubieran sido destruirnos, ya lo habrían intentado. A esta hora podemos estar seguros de que nos observan.

Tras un buen rato de espera, tres puertas disimuladas en las paredes abren de improviso. Por cada una de ellas, salen numerosos seres que avanzan hacia nosotros y se sitúan en los alrededores. Lleva en sus manos un largo tubo. Más adelante conocimos que eran bastones-láser, mortífera alma capaz de perforar cualquier blindaje.

No muestran signos de hostilidad; eso sí, quien los observe notará que están dispuestos a todo. Tras mutuo acuerdo, exploramos sus mentes. No encontramos agresividad, aunque sí, una gran curiosidad. De pronto, una nueva sensación llega a nosotros, alguien trata de conocer nuestros pensamientos. ¿Será posible que sean telépatas?

Ordeno a Rina y Sima apantallar sus pensamientos y me dedico a averiguar de dónde parte la señal. ¿Quién es el emisor? ¿Por qué no da la cara? Como respuesta a mis indagaciones, una figura se destaca. Es más alta que las demás, viste un kimono verde escarlata. Se detiene frente al vehículo e indica con un gesto que lo sigamos. Salimos y nos situamos detrás del anfitrión; percibimos que no hay hostilidad, solo quieren llevarnos ante El Principal, él hará las preguntas.

Avanzamos tras nuestro guía por un amplio pasadizo. Una luz tenue ilumina el camino y dos hileras de guardias flanquean nuestro paso. El pasadizo termina en una espaciosa caverna que se extiende hasta el infinito. Abordamos un vehículo y nos dirigimos a una resplandeciente construcción que se alza deslumbrante allá en la lejanía. A medida que nos acercamos, notamos en la cueva una gran laboriosidad. Sorprendido le pregunto a nuestro guía y me comunica que solo El Principal está autorizado para facilitarme información. Descendemos en un espacioso balcón que sobresale del edificio. Este posee espacio suficiente para dar cabida a cinco vehículos como el nuestro. Se nos sitúa en habitaciones separadas, parece como si quisieran aislarnos. Rina y Sima saben que no deben intentar contacto.


Ha pasado un tiempo considerable desde que fuimos encerrados. Hasta ahora no nos han perturbado ni han tratado de explorar nuestra mente. Abren la puerta de mi habitación, dos sirvientes entran con unos platos sobre los que me imagino hay comestibles. Exploro sus mentes para conocer sus intenciones, no hay peligro. Dejan sobre una mesa la totalidad de los manjares. Me acerco y pruebo los alimentos uno a uno; su sabor es extraño pero agradable al paladar. Parece que nuestros anfitriones nos ofrecen lo mejor de su dieta; por cierto, son alimentos ricos en energía.


Después de comer, decido descansar. Pasado un tiempo vuelven a abrir la puerta de la habitación, es nuestro guía. Se acerca y me indica que lo siga, viene solo. Voy tras él a través de interminables pasillos hasta que arribamos a un espacioso salón. Diez hombres permanecen sentados alrededor de una mesa situada en el centro…

Al entrar, me indican un lugar de forma tal que quedo frente a las personas sentadas a la mesa. El que parece predominar sobre los demás se dirige a mí.

—Solón, extranjero, soy El Principal. Quiero que conteste a mis preguntas. Me dirijo a usted mediante la telepatía, pues en esta forma de comunicación no caben las mentiras. Al abrir la mente, las ideas afloran a la superficie sin ningún tipo de tapujos. Sé que ha sido sincero hasta ahora. Sus intenciones no son malas, viene en son de paz; pero no es suficiente, necesito más respuestas.

Debo decirles que solón es el saludo de bienvenida de estos seres.

—Mi nombre es Atón. Estoy dispuesto a aclarar sus interrogantes, pero no antes de que mis compañeras estén conmigo en esta habitación.

—No te preocupes, vienen de camino.

No había acabado el Principal de comunicarme esto cuando entraban al salón. Una mirada es suficiente para cerciorarme de que no han sufrido daño. Ahora puedo contestar sus preguntas.

—Atón, solo tengo tres preguntas, que creo aclararán todo. Antes de que empiece a responder, le diré que somos conscientes de su presencia desde el mismo momento que entraron a nuestra atmósfera. Al sumergirse seguimos sus pasos. Sabemos de su nave y dónde la ocultan.

—Pregunte —le digo al Principal.

— ¿Quiénes son ustedes? ¿De dónde vienen? ¿Qué buscan en nuestro planeta?

—Me ha hecho tres preguntas, no las puedo contestar a la vez; le responderé en el mismo orden en que me las ha dado a conocer. Nosotros somos los eternos, venimos de un planeta llamado Eternidad. Está situado mucho más allá del cinturón de asteroides que rodea vuestro sistema solar.


La conversación en el salón lleva bastante tiempo; tanto, que llega el momento en que todos los participantes muestran evidentes síntomas de cansancio. De mutuo acuerdo, se decide que nos retiremos para descansar y reponer energías.

Esta vez se nos permite permanecer en una misma habitación. La situación no puede ser mejor. Con nuestra sinceridad, nos hemos ganado la confianza de los anfitriones. Las respuestas llenaron sus expectativas. Se emocionaron al saber que no están solos en el universo. Innumerables civilizaciones, situadas en los más disímiles puntos, pueblan el espacio, y mantienen una comunicación basada en la ayuda mutua, la paz y el respeto. Todo esto les proporcionó gran alegría, pero todavía existe algo siniestro que les preocupa. Bueno, lo mejor ahora es descansar, mañana habrá tiempo para averiguar qué es lo que inquieta a estos seres.

Hace mucho que les hablo de los habitantes de este planeta; sin embargo, no les he detallado cómo son. Es hora de que lo sepan:

Su fisonomía dista mucho de la que estamos acostumbrados a ver. Viven en el mar aunque son anfibios por naturaleza. De cabeza prominente, ahusada, ojos redondos y muy expresivos, poseen párpados transparentes, muy útiles bajo el agua. Los dedos de los pies están unidos por una membrana, lo cual no ocurre con los de las manos. Su cuerpo es musculoso tanto en hombres como en mujeres, y está preparado para nadar grandes distancias. La piel es gruesa e impermeable. Los hombres son lampiños y calvos. Las mujeres tienen un corto bello sobre su cabeza. Su reproducción es igual a la de los terrícolas, con la única diferencia que el embrión debe estar doce meses dentro de la madre. Por ser anfibios, pueden moverse tanto en el mar como en la tierra; sin embargo, no pueden permanecer mucho tiempo lejos del agua. El intenso sol y el calor le resecan la piel y les produce la muerte.


Ya descansados y alimentados, somos llevados a la misma sala del día anterior por el ser que nos ha servido de guía desde nuestra llegada. Su nombre es Loor, ha resultado ser un excelente anfitrión. Tras nuestra conversación con El Principal, y al saber quiénes somos, ha aumentado sus atenciones. Cuando entramos El Principal nos recibe, esta vez, solo.

—Solón, extranjeros, descansaron bien —dice al vernos—. Disculpen a mis acompañantes, hubieron de marchar, pues asuntos urgentes los reclaman.

—Hemos sido tratados con gran amabilidad, le agradecemos su hospitalidad —le digo—. Esperaba con impaciencia este nuevo amanecer, ayer respondí a sus interrogantes y tuve la impresión de que quedó complacido; no obstante, si todavía tiene preguntas estamos a su disposición. De no haber más, quisiera que me hablara de su pueblo, sobre el planeta, sus habitantes y las luchas por sobrevivir.

—No tengo ningún inconveniente en satisfacer su curiosidad; por tanto, acomódense y prepárense, que la historia es larga; mandaré que no se nos moleste. Loor permanecerá con nosotros, será el encargado de traernos los alimentos cuando deseemos. Sentados alrededor de la mesa, nos disponemos a escuchar.

—Nuestro planeta se llama Solarios —comienza El Principal. Continuaré traduciendo para que puedan entender—, el 90 % de la superficie está cubierta por el agua. El resto lo ocupa un gran continente, y algunas pequeñas islas muy alejadas unas de otra. El mar se llama Argos, nosotros, sus habitantes, somos los argonautas. En el continente viven los caminantes, de ellos hablaré más adelante.

La nación de los argonautas está dividida en diez grandes estados, que son regidos por gobernantes elegidos por el pueblo. A su vez, estos se agrupan en la Grek, que es la encargada de gobernar la nación. De ellos se escoge uno para el cargo que ocupo. El Principal es el que preside la Grek. Las decisiones que se tomen son de obligatorio cumplimiento para la nación. Para garantizar mayor justicia, una decisión solo podrá ser aprobada si tiene el 90% de los votos a favor. La capital de los argonautas es Argópolis. Está situada en la región central de nuestro territorio. El tiempo se mide en reflujos, y estos son los días para los argonautas. Un reflujo es el tiempo que transcurre entre una marea alta y la otra, dura treinta y cuatro horas terrestres y se divide en tres partes. Esto ocurre porque el planeta posee tres satélites muy parecidos a la Luna. El paso de cada uno ocasiona elevaciones en el nivel del mar. Por esto, el día se divide en marea alta, marea intermedia y marea baja. Al año argonauta se le llama glup y se completa al pasar quinientos reflujos.

Ya saben las equivalencias, a partir de ahora para evitar confusiones se hablara de días y años.

La vida en el planeta surgió  el mar, hace millones de años. El océano posee amplios recursos que alcanzan para satisfacer todas las necesidades. Nuestra raza se desarrolló en cinco grandes regiones, que con el tiempo, se convirtieron en los diez estados que existen en la actualidad. Nuestro promedio de vida es de cuatrocientos años. Hemos alcanzado tal longevidad gracias a los adelantos de nuestra ciencia y al respeto que sentimos por la naturaleza. Cuidamos el espacio circundante y lo preservamos para las generaciones futuras. No les niego que en los inicios existieron contradicciones entre nosotros que fueron responsables de grandes males, pero la razón se impuso. Nos dimos cuenta de que las guerras traen pérdidas y destrucción, que los pueblos desaparecen y nuestros hijos mueren. Al comprender esto, decidimos unirnos como una sola nación, y tomar las decisiones de forma democrática. Estas solo serían aprobadas si beneficiaban a la mayoría.

Ustedes están al tanto de que poseemos cualidades telepáticas, pero lo que no saben es que no todos somos capaces de desarrollarlas. Una de las condiciones para ser elegido gobernante de uno de nuestros estados o para ocupar un puesto de dirección es esa. Creemos que si no eres capaz de escuchar las opiniones de las personas que diriges, nunca serás un buen líder. Siempre se debe tener presente que, al ocupar cargos en los que uno representa a otras personas, conocer sus opiniones es imprescindible. Si la inmensa mayoría difiere de ti, es hora de que replantees tus posturas.

Tan interesante es lo que nos dice que no hemos notado el paso del tiempo. Ya ha transcurrido la mitad del día y es hora de descansar, pero ninguno de nosotros piensa en eso. Estamos ávidos de información, no queremos cortar el hilo de la narración. Es Loor quien aprovecha una breve pausa y se dirige al grupo.

—Perdonen la interrupción. Han pasado muchas horas, ¿quieren ingerir un refrigerio?

Nos miramos, y la afirmación es unánime. Es hora de obtener energías, nuestros cuerpos la necesitan. Todavía nos queda mucho por saber, no pensamos retirarnos hasta no satisfacer nuestra curiosidad. El Principal lo sabe, está de acuerdo.

Loor, que había salido y preparado los refrigerios de antemano, da unas órdenes. Entran cuatro sirvientes con varias bandejas y las depositan sobre la mesa. Se le pide que nos acompañe y declina la invitación. Reponemos las energías, y después de un breve descanso, El Principal incita a continuar.

—Queridos amigos, disculpen mi exceso de camaradería —nos dice—, pero en el poco tiempo que hemos compartido, he llegado a tenerles gran aprecio. Son gente de bien y les estoy muy agradecido por haber venido al planeta. Me han dado la oportunidad de conocerlos y tratarlos; pero bueno, no quiero abrumarlos con halagos, voy a continuar.

Como ya les había dicho, nuestra civilización fue la primera que apareció en el planeta. La vida se desarrolló en el mar y nuestra especie predominó. Los siglos formaron nuestra raza, la perfeccionaron, aprendimos de la naturaleza y de nuestros errores. Reverenciamos la vida, no a la muerte; nos volvimos longevos gracias a nuestros conocimientos y al tratamiento que le damos al entorno. No logramos la inmortalidad física, pero sí la espiritual. Nos consideramos inmortales porque trabajamos para que nuestra obra perdure para la posteridad. Todo lo que un argonauta realiza en el transcurso de su vida redunda en beneficio de sus semejantes y sirve como cimiento para las generaciones futuras, de esta manera será recordado siempre y, por tanto, ha ganado la inmortalidad.

En cuanto a adelantos científicos, hemos dominado todas las ramas del saber. Hemos logrado grandes avances en el campo de las matemáticas, la mecánica, la física, la electrónica y otras. Veneramos la paz, pues sabemos qué significan las guerras. No nos hemos proyectado hacia el espacio exterior, pues por ahora solo nos interesa observarlo. Para saber qué existe más allá del cinturón de asteroides, hay tiempo. Primero, debemos conocer a fondo nuestro planeta y después el sistema solar.

— ¿Por qué si ustedes reverencian la paz, hemos observado señales de guerra en sus mares? —pregunto.

—Tiene razón, es una amenaza que no previmos y conspira para destruirnos.

— ¿Por qué no lo enfrentan?

—Atón, lo que hoy ves en nuestros mares hace un año no existía, lo considerábamos imposible. Esa amenaza proviene de los caminantes, que es la raza menos desarrollada. Vivían en el continente en pésimas condiciones, muchas veces su supervivencia dependía de la ayuda que les prestábamos. Nos consideraban dioses del mar, aunque nunca nos aprovechamos de su ignorancia.

— ¿Quiénes son los caminantes?

—No sea impaciente, déjeme continuar.

—Los caminantes y nosotros partimos de una misma especie. Una de sus ramas evolutivas se quedó en el mar, donde encontró condiciones propicias para el desarrollo. De ella surgimos los argonautas. La otra rama salió del agua y evolucionó en la tierra, son los caminantes. Las condiciones adversas del entorno en que viven retardaron su desarrollo por muchos miles de años.

Los caminantes se dividieron en cinco grandes grupos. Uno de ellos vivía en las regiones aledañas a la desembocadura de los ríos; se hacían llamar los lúmix y estaban divididos en varias tribus agrupadas bajo un jefe único. Eran los más desarrollados. Vivian de la agricultura, la pesca y el comercio. Todo esto, más la posición ventajosa de sus asentamientos, los hicieron descollar entre los demás. Dominaron la navegación y los rudimentos de algunas ciencias.

Su comportamiento, en un principio, no fue agresivo. Pero no había pasado mucho tiempo desde la conclusión de nuestra última guerra (en ella fue derrotado el último gobernante déspota, Groo, el señor de los mares de la costa: se le daba esta denominación porque su territorio comprendía los mares adyacentes el continente), cuando en ellos comenzamos a advertir señales de agresividad hacia sus vecinos. Empezaron a apropiarse de tierras, a someter tribus y esclavizar a sus miembros. Pasados cinco glup, habían conquistado el continente.

Este fue un periodo oscuro para los caminantes. Los lúmix trataron con crueldad a las demás tribus e, incluso, daban el mismo trato a aquellos de los suyos que no secundaban sus ideas. A estos últimos se les tildaba de traidores, las consecuencias: eliminación física de él y su familia. Tanta barbarie solo es capaz de engendrar odio.

Al ver lo que sucedía, decidimos aislarnos. Nuestra primera ley prohíbe inmiscuirse en los asuntos de otra raza. Ellos debían encontrar el camino por sí mismo. Nuestra Grek prohibió todo tipo de contacto con los caminantes.

El dominio de los lúmix duró cien largos glup. Lo que se construye sobre la sangre y los sufrimientos de los demás no perdura, y sus cimientos se desmoronan. Los hombres no pueden aguantar sobre sus espaldas el peso de las penalidades.

Las tribus del continente se levantaron entonces como una sola bajo la dirección de un caudillo. Sip fue un lúmix prominente a quien sus ideas le acarrearon la destrucción de la familia. Sobrevivió huyendo hacia las intrincadas selvas. Encontró refugio en una de las tribus que la poblaban. Desde ahí, comenzó a manejar los hilos de la conspiración. Al cabo de un tiempo, se encontró al frente de una organización con potencial suficiente para combatir.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Desnudos bajo la luz (articulo)

Monte Quemado

La eternidad (parte 1)