La eternidad (parte 3)

 El Pacificador

Soy Atón, me conocen, no es necesario presentarme. Escribo para ustedes los terrícolas. Mi deber es informarles de los acontecimientos que ocurren en el universo; no de todos, pues esto me resulta imposible, no soy omnipresente. Para poder entendernos hablaré vuestro idioma, y utilizaré las unidades de medidas conocidas.

Ha pasado mucho tiempo desde la primera vez que escribí; tanto, que hace ya mucho Arón está entre nosotros. Vive en una bella casa situada junto a la nuestra, con su compañera, se llama Sima. Yo, como deben haber imaginado, vivo con Rina y Ulana. No lo tomen a mal, es nuestra forma de vida.

Hoy en la mañana, se solicitó mi presencia ante el Consejo Supremo de Eternidad. Conversamos largo tiempo y se me instruyó sobre los problemas que existen. Al final, me pidieron que aceptara una misión. En esta no iré solo, me acompañará mi familia. Pedí que se me permitiera consultarlos. Aunque soy el responsable, esto nos involucra a todos; por tanto, la decisión es colectiva.


Estamos reunidos en casa, Rina y Ulana están al tanto, pero Arón y su compañera, no.

—Padre, ¿por qué nos has convocado con tanta premura? —me interpela Arón.

—Hijo, en la mañana he sido llamado por el Consejo Supremo, el cual solicita de mí el cumplimiento de una labor.

—Otra vez nos deja, padre —dice Sima, quien a pesar de no ser mi hija se considera como tal.

—Están equivocados, hace mucho juré no separarme de mis seres queridos. He pasado tanto tiempo lejos de ustedes. Esta decisión la conoce el consejo, y siempre la ha respetado.

—Entonces, ¿de qué se trata? —manifiesta Arón con gran incertidumbre.

—La misión no es solo mía, en ella están comprendidos todos. Pedí al consejo reunirme con ustedes para explicársela y conocer su opinión.

— ¿Qué esperas, padre? —dice Arón cada vez más impaciente.

—Bien, no abusaré de su paciencia. La misión consiste en emprender un viaje espacial con dos objetivos bien definidos. El primero, averiguar el paradero de la expedición de Andrón, la cual partió hace mucho con el objetivo de encontrar el límite del universo. Debía dirigirse a los confines del universo conocido. La última noticia que se tuvo de ellos fue por un mensaje enviado desde ese lugar.

— ¿Cuál fue el mensaje, padre? —pregunta Arón.

—«Llegamos a los confines del universo conocido, hay mucho más de lo que imaginamos. Parece infinito, pero cumpliremos» —después de esto, no se supo nada más.

— ¿Ha pasado tanto tiempo como para considerarlos desaparecidos? —dice Sima.

—Sí, hija, cuando esto ocurrió, ni Arón ni tú habían nacido.

—Padre, nos hablaste de dos objetivos y solo has expuesto uno —dice Arón.

—Es cierto, el segundo objetivo, y por esto no menos importante, es dar término a la misión que se les había asignado.

— ¿Llegar al límite del universo?

—Sí, Arón; pero para eso debemos encontrarlos. Ya todos conocen lo que se nos ha encomendado, ahora les pido su consentimiento. ¿Están de acuerdo?

Un sentimiento de aprobación llega a mí. En estos instantes sobran las palabras, me lo han comunicado de forma telepática. Sabía que no me defraudarían, pero necesitaba su consentimiento.


Pasado un tiempo, nos encontramos frente al Consejo Supremo. Les comunico nuestra conformidad, y que estamos listos para partir en cuanto nos ordenen. Se nos pide que volvamos a casa, llegado el momento se nos darán instrucciones. Transcurre el tiempo sin que se nos avise. Lo hemos empleado en recorrer el planeta, en confraternizar con nuestros semejantes, en aumentar los conocimientos.

Nos encontramos en las Montañas Doradas en viaje de placer cuando nos sorprende la llamada del Consejo Supremo; debemos presentarnos ante él.

Sin perder un instante, abordamos el magneto móvil y nos dirigimos hacia donde se nos solicita. Se sorprenderán cuando les hablo de un vehículo para desplazarnos, el magneto-móvil. Seguro se preguntarán ¿por qué un vehículo?, si siempre se han desplazado mediante la levitación. Tienen razón, pero los tiempos cambian.

El magneto-móvil surge a partir de la burbuja magnética. Tiene características superiores, según su construcción permite la transportación de una o más personas. Se desplaza a mayor velocidad, puede trasladarnos por medios acuáticos o aéreos, viaja por el espacio exterior cercano al planeta. Su forma es ovalada, se asemeja al huevo de una gallina terrestre. Las paredes son transparentes y en la parte delantera hay un pequeño cerebro energético. Es el encargado de conducir el vehículo según las órdenes del piloto. Se me olvidaba, para entrar y salir dispone de una puerta situada en uno de sus laterales. Ya conocen el magneto-móvil, es hora de que continuemos el relato.

Camino a donde nos espera el consejo, vuelven a contactar con nosotros. Nos piden que pasemos por nuestras casas, recojamos lo necesario y nos dirijamos al espacio exterior. Nos miramos unos a los otros y sonreímos, no necesitamos recoger. Lo que pueda hacer falta, siempre va con nosotros: nuestros conocimientos. Ordeno al vehículo dirigirse a las coordenadas indicadas, estamos ansiosos por saber lo que allí nos espera.

Al llegar al magneto-puerto, descendemos y nos dirigimos a una inmensa construcción situada en el extremo más alejado. Una vez dentro vemos una hermosa astronave. Sus líneas son aerodinámicas, la estructura fuerte pero muy ligera. Tiene la forma de un plato invertido. Su superficie exterior es opaca, excepto en la parte superior; allí, tiene una cúpula de gran transparencia. Penetramos en la nave espacial precedidos por nuestro guía: el jefe del proyecto y diseñador de este vehículo considerado el mayor logro científicos del planeta.

Ya en el interior nos presentan a un grupo de ingenieros que trabajan en ella. Ponen a punto los delicados sistemas que la hacen funcional. Nuestro guía nos explica que ellos serán nuestros mentores. Se encargarán de adiestrarnos en el manejo de la nave, preparándonos para acometer las tareas que se nos han asignado. Al final de este periodo, cada uno de nosotros tendrá una especialidad.

Yo me desempeñaré como capitán de la nave, Ulana será mi piloto y segunda al mando, Rina navegante y copiloto, Sima y Arón ocuparán los cargos de Astrofísica e Ingeniero de vuelo.

¡Caramba!, en mi premura por explicarles nuestras especialidades, me he olvidado de detallarles el interior de la astronave. No los cargaré con explicaciones pues no quiero resultarles aburrido, solo diré lo más importante. Lo forman dos pisos, el primero es el más espacioso y se destina a almacén, enfermería y camarotes; además, se guardan dos magneto-móvil con capacidad para seis personas, que llevarán a los expedicionarios en sus incursiones fuera de la nave. En el segundo piso está la sala de control. En el centro, se encuentra un túmulo coronado por una brillante esfera, el cual tiene adosado a sus laterales cinco asientos alineados en perfecta simetría. Cada uno corresponde a un miembro de la tripulación. Desde ellos se controlan todas las funciones de la nave, son irrepetibles. Sentados allí, los cinco tripulantes realizan su trabajo. Solo uno puede asumir a los demás, ese privilegio corresponde al sillón del capitán. Al sentarnos, con nuestras manos podemos acceder a disímiles contactos, que se encuentran en los brazos. Sin embargo, lo más asombroso no es eso, sino lo que sucede si recostamos la cabeza en el asiento. Al hacerlo, conectamos nuestro cerebro al de la nave. Las órdenes que antes dábamos a través de los contactos, a partir de ese momento surgen de nuestros cerebros. ¡Ah!, se me olvidaba, la nave es controlada por un

Energo-cerebro. En él, se almacena toda la información necesaria para el cumplimiento de la misión. Se utiliza para grabar el diario de vuelo, realiza la reparación y los mantenimientos y dirige la nave cuando hibernamos, producto de un viaje prolongado a velocidades híper lumínicas.

En caso de algún percance, el energo-cerebro debe alertar al capitán, para que este proceda a despertar al especialista indicado. Si el capitán ha sufrido alguna lesión, el cerebro debe despertar al que le sigue en el orden jerárquico.

La cúpula es un intensificador energético. Se usa para obtener energía del espacio circundante, la cual nos nutre y garantiza la locomoción de la nave. Formamos una entidad que se mueve y funciona gracias a la energía que suministra el intensificador. Esta fluye a través de nosotros, somos los canales.

Después de lo escuchado, deben estar anonadados ante tanto tecnicismo; sobre todo, estarán sorprendidos por el papel que jugamos. Debo recordarles quiénes somos y cómo estamos formados, les ayudara a entender por qué podemos asumir semejantes funciones.

Todos deben conocer la ecuación de la energía. Esta plantea que la energía (E) es igual a la masa (m) por la velocidad de la luz (c) al cuadrado. Esta ecuación representa muy bien el comportamiento de la energía. Para representarnos, falta un elemento. Somos energía, pero no la simple energía que presenta esta fórmula. Poseemos intelecto, eso es lo que nos diferencia de lo que se representa en la ecuación anterior. Para tener una idea exacta de lo que somos, la ecuación tiene que ser más compleja; pero no se asusten, no voy a profundizar en ello. Obviaremos la parte que no conocen y la utilizaremos como está para explicar lo que queremos. Nosotros estamos formados por masa que se mueve al cuadrado de la velocidad de la luz, dentro de lo que llamamos nuestro cuerpo energético, que es lo que nos conforma; o sea, lo que vemos más la parte que muchos no ven. A su vez, el cuerpo energético está compuesto por el cuerpo físico y el campo bioenergético. El cuerpo físico es lo que todos pueden ver de nuestro cuerpo. El Campo bioenergético es nuestra parte etérea, que nos rodea y algunos llaman aura; en nuestro caso, ocupa la mayor parte del cuerpo. 


Cuando concluimos la instrucción la nave nos es entregada. Tras varios viajes de prueba, nos disponemos a partir. El viaje se inicia, nos trasladamos mediante saltos. Se sondea el posible trayecto para comprobar que no existe ningún obstáculo, después nos movemos a velocidad híper lumínica. Para evitar imprevistos durante el salto, el cerebro de la nave mantiene el sondeo. De esta forma, de existir un obstáculo, puede rectificar la trayectoria. Hoy, al salir del salto, comprobamos que nos encontramos en el lugar donde se contactó por última vez con la expedición de Andrón. Por el último mensaje transmitido, conocemos la ubicación y la dirección en que partieron. Seguiremos el rumbo tomado por ellos, es la única pista. Después de transmitir un mensaje a Eternidad, partimos hacia lo desconocido. Nuestra nave ha efectuado infinidad de saltos, hasta ahora nuestros detectores no encuentran nada. Termino mi guardia, despierto a Ulana y me sumerjo en el sueño de la hibernación.


Me despierto con gran incertidumbre. Arón, que es el que se encuentra de guardia, me indica que analice lo que comunica el energo-cerebro. Visualizo la información, frente a nosotros un impenetrable mar de asteroides, obstaculiza nuestra trayectoria. ¿Qué es esto? ¿Dónde estamos? ¿Habremos llegado a los límites del universo?


Pensarán que desvarío cuando hablo de haber llegado a los límites del universo. Dirán, como es posible si siempre se nos ha dicho que es infinito.

Debo recordarles el concepto de infinito. Decimos que algo es infinito si no tiene fin o es tan grande que resulta imposible acceder a sus límites. Estamos acostumbrados a verlo todo desde tres dimensiones, largo, ancho y alto, pero a veces olvidamos la cuarta dimensión: el tiempo. Digo esto porque el tiempo no se detiene, transcurre, y lo que antes era imposible ahora puede ser posible.

Después de haber hecho un análisis de lo que se extiende ante nuestra nave, decido sondear la barrera de asteroides para intentar cruzarla. Rodearla nos distanciara de la ruta; lo mejor es atravesarla.

Tomada la decisión, despierto a la tripulación. He encontrado una abertura, voy a entrar por ella. Informada la determinación, nos ocupamos de nuestras funciones. A partir de ahora, la conducción de la nave depende de mí. Transmito un mensaje a Eternidad, quiero que si desaparecemos sepan a partir de dónde comenzar la búsqueda.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Desnudos bajo la luz (articulo)

Monte Quemado

La eternidad (parte 1)