La eternidad (parte 2)
La eternidad parte 2
Ha transcurrido el tiempo, convivimos bajo el mismo techo. Nos mimamos uno al otro, nos complace la situación. Una idea hace días ocupa nuestros cerebros, ninguno se ha decidido a materializarla. Ulana, más resuelta, se acerca y pregunta.
—Atón, ¿quieres unirte a mí?
—Es mi mayor deseo.
Las palabras sobran, fundimos nuestros cuerpos. Al instante un intenso placer nos llena, somos receptáculo de indefinidas sensaciones. Permanecemos en el centro de la habitación, la luz nos rodea. Poco a poco, de nuestros cuerpos se desprende algo. Estamos en presencia del nacimiento de un nuevo habitante de Eternidad. El recién nacido levita, parece desorientado. Se dirige a una esquina, donde permanece quieto mientras nos observa. Nos separamos y vamos hacia él, mientras emitimos oleadas de cariño. Comprende, somos sus progenitores, nos corresponde con los mismos sentimientos.
El tiempo ha pasado, vivimos felices en compañía de nuestro hijo. Le pusimos por nombre Arón. Su educación marcha muy bien, adquiere conocimientos con rapidez. Mientras paseamos, el mensaje llega. Los miro y digo:
—¿Perciben lo mismo que yo?
—El Consejo Supremo te solicita, la llamada es apremiante. Debes acudir de inmediato —responde Ulana.
Sin perder un instante, marcho hacia la sede del Consejo. Me acompaña un presentimiento, pero solo obtendré la respuesta al estar frente a ellos. Por más que indago no abren sus mentes. Al llegar, me dispongo a escuchar.
—Atón, necesitamos que regreses a la Tierra. Debes terminar tu misión, es muy importante para el porvenir de ese planeta. Sabemos que te parece muy precipitado, pero es necesario. Te reintegraremos al mismo cuerpo. Si queremos evitar su deterioro irreversible, no podemos perder más tiempo. Tu esposa no ha permitido que se le desconecte de los instrumentos que mantienen los signos vitales; a pesar de eso, hay señales de deterioro. Llevas cinco años en coma.
—¿Cuál es mi misión?
—No te preocupes, lo sabrás a su debido tiempo; aunque para facilitar su cumplimiento, tu memoria no será borrada. Conservarás lo que has aprendido entre nosotros.
—Podré divulgar lo que conozco.
—Esa decisión depende de ti.
—Lo que más sufro es separarme de Arón y Ulana.
—Es lógico este sentimiento. Ulana está acostumbrada, sabrá esperar. En lo concerniente a Arón no tienes por qué preocuparte, te seguirá en el momento adecuado. En la Tierra tendrás varios hijos, uno de ellos será Arón. Es un elegido, algún día llevara al planeta camino del equilibrio.
—¿Cómo lo identificaré?
—Le llamarás Arón. Ve a despedirte, partes en breve.
La despedida ha sido dolorosa, el tiempo que hemos pasado juntos parece poco. No hay remedio, es necesaria la separación.
El viaje de regreso no aporta nada nuevo: la luz brillante que forma la burbuja magnética, la sensación de trasladarme a gran velocidad. La única diferencia es que ahora sé hacia dónde voy; y sobre todo, poseo un gran caudal de conocimientos.
De pronto veo ante mí un cuerpo conectado a diversos instrumentos electrónicos; qué delgado está, qué demacrado. Mi esposa entra en la habitación, acompañada de varios galenos a los que reconozco por su vestuario. Llora y parece muy desconsolada. Un médico conversa con ella mientras otro se dirige hacia los equipos. Fijo mi atención en lo que hablan. Comprendo la conversación, la angustia se apodera de mí. Le acaban de comunicar que van a desconectarme. Por el estado en que me encuentro, entienden el proceso por irreversible. Sin perder un instante ocupo mi cuerpo, emito un quejido prolongado y abro los ojos. Ante los atónitos ojos de los médicos y la euforia de mi mujer que se lanza sobre mí sin darse cuenta de que me hace daño, vuelvo a la vida. Es 30 de octubre de 2056, hoy he vuelto a nacer. Tras un año en proceso de rehabilitación, me incorporo a la vida diaria.
El tiempo ha transcurrido sin darme cuenta, hace siete años salí del hospital. Esta etapa de mi existencia ha sido muy laboriosa. Con mis relatos sobre el universo, me he convertido en uno de los escritores de ciencia ficción más solicitados del mundo; además, tengo dos hermosos hijos. La hembra tiene cuatro años, le llamamos Ana. Ramón es el menor. No ha nacido el elegido.
Es 4 de marzo de 2071, cumplo cincuenta años. Me encuentro rodeado de mi familia, estoy en un hospital. No se asusten, no es nada grave, es mi cumpleaños y a la vez el día más feliz de mi vida. Mi mujer ha parido un robusto niño, le llamaremos Arón.
Los años pasan a una velocidad escalofriante: mi familia, la crianza de mis hijos y el trabajo han contribuido a esto. El tiempo libre no ha sido mucho, pero el poco que he tenido fue bien empleado. No me arrepiento de mi vida, me siento realizado. En los años transcurridos, he vivido momentos maravillosos. Amo a mi mujer como el primer día, mis hijos se encuentran encaminados en la vida. Todos son profesionales sobresalientes en sus respectivas esferas de trabajo. Arón, al que sigo de cerca, cada día se aproxima más al objetivo para el que fue elegido. Terminó la escuela de relaciones exteriores con resultados excelentes, representa a nuestro país en la ONU. Sus aportes para la integración mundial son invaluables.
Transcurren semanas que se convierten en años, llega el primero de enero de 2120, el mundo vive una nueva era. Tengo noventa y nueve años, la esperanza de vida promedio en la actualidad son ciento cincuenta, me siento joven. Quien valore la situación mundial existente a comienzo del milenio, quedaría asombrado ante el contexto actual. Debemos recordar que el año 2000 comenzó bastante convulso, dio principio a una era de grandes trasformaciones. En la actualidad, esto pertenece al pasado. El mundo se rige por los mandatos de las Organización de Naciones Unidas. Hay un gobierno único, en él se encuentran representados todos los países en igualdad de derechos. No existe el subdesarrollo. El planeta marcha hacia el equilibrio, qué placer poder ver esto. Abrazo a Mercedes, mi esposa, y le comunico lo feliz que soy, sonríe y corresponde a mis caricias. En este momento, tengo la certeza de que nacimos el uno para el otro. Como dijo Ulana, somos almas gemelas. Deben saber que mi cónyuge conoce el secreto, sería un gran egoísta si no la hubiera hecho partícipe de él.
He seguido el camino de mi hijo Arón, ha luchado contra muchos inconvenientes; aunque el triunfo no siempre lo ha acompañado, desde hace un tiempo se le abrieron nuevos horizontes. Lleva diez años como Secretario General de las Naciones Unidas. Nosotros, sus padres, vivimos orgullosos de saber que es el elegido, el encargado de llevar al mundo hacía el equilibrio. Cuando sea un hecho y se establezca el ansiado contacto entre sus habitantes y los eternos, será este el día en que todos tendrán acceso a la Memoria Universal. Sabrán que no están solos en el universo, pues forman parte de una gran comunidad; que los inmensos sacrificios llevados a cabo para llegar a ese instante no han sido en vano. Esto marcará un cambio radical en la vida de los terrestres. A partir de ahí, las metas a alcanzar serán mayores. Con los conocimientos que les proporcione el acceso a la Memoria Universal, todo lo verán mucho más accesible; pero como siempre, nada será fácil.
He llegado a los ciento cincuenta y cinco años, hace cinco falleció mi esposa. Murió en nuestra casa, rodeada por la familia. Sus últimas palabras fueron para mí. Pidió que me aproximara y, con gran esfuerzo, acercó sus labios a mis oídos. Solo dijo: «te espero». Me abracé a ella, y al mirar el rostro sin vida, esbozaba una plácida sonrisa. Se había ido, pero la expresión del semblante demostraba que estaba complacida.
Pensé que ya no quedaba nada para mí. Mi misión está cumplida; mis hijos, criados y bien encaminados en el mundo. El elegido sigue su destino, ya nadie podrá impedir que cumpla su encomienda; por tanto, me marcho de este mundo.
Me preparaba para partir cuando surgió, como un relámpago, el verdadero objetivo de mi misión. No sé si en ese momento tuve acceso a la Memoria Universal, o si esa idea estuvo oculta desde siempre en mi cerebro. Esto no lo sé, pero de lo que sí estoy seguro es que mi función no era solo guiar a Arón en sus primeros pasos y encaminarlo hacia su destino. Debo preparar a los pobladores de la Tierra para su futuro contacto con los habitantes de Eternidad, darles a conocer lo que van a encontrar.
He pasado seis años dedicado a escribir sobre mis experiencias en Eternidad, a divulgar los conocimientos que obtuve gracias a la Memoria Universal. Me quedan minutos en esta vida, sé que me voy. Dejo parte de mi familia, pero estoy contento. Mi vida aquí no ha sido en vano, la culminación de ella es este relato, el cual debe publicarse cuando yo no esté en la Tierra. Hago esto porque no quiero que me hagan preguntas; sé que quedaron muchas por responder. No tengo todas las respuestas, solo hay una forma de saberlas: acceder a la Memoria Universal.
Aquellos que piensan que escribo sobre la muerte se equivocan, solo les muestro la vida. No les pido que me crean, si quieren tomen este relato como mi propia filosofía. Los que tengan paciencia esperen; al final, podrán saber la verdad.
Comentarios
Publicar un comentario