El legado de los Rep (primeras páginas)
Se que muchos pueden no haber leído mi novela por temor a no quedar complacidos, ya que soy un escritor poco conocido. Es por esto que hoy decidí regalarles un fragmento. Si les gusta, accedan a Amazon para comprarla. También pueden compartir el fragmento.
El legado de los Rep
José R Barbón Hernández
Índice:
1. El hallazgo
2. Gondwana
3. Laurasia
4. Antagonismos
5. Enfrentamiento
6. Escape
7. Revelación
8. Dudas
9. A través del hielo
10. Tras las huellas
11. Encuentro de civilizaciones
12. A la luz de la verdad
13 Epilogo
Las guerras pueden tanto prevenirse como provocarse,
y los que no logramos prevenirlas,
debemos compartir la culpa de los muertos.
Omar N Bradley
General del Ejército de los Estados Unidos de Norteamérica
(1893 – 1981).
El hallazgo
Corre el año 2030, acabamos de llegar a la Antártida. Encabezo una expedición científica, con la misión de encontrar restos de civilización extraterrestre.
Todo comenzó hace varios años, uno de nuestros colaboradores conoció la existencia del documento. Al principio no le dimos crédito, pero la curiosidad fue más fuerte. En menos de lo que pensaba, en unión de Mara mi asistente me encontré camino al museo del Cairo. Allí, comprobamos la autenticidad del manuscrito. Es una copia de un antiguo pergamino, que había existido en la biblioteca de Alejandría. Contiene un relato devenido leyenda, por aborígenes de origen desconocido, en el que se habla de un objeto volante. En este viajaba un hombre de aspecto raro, aunque de rasgos humanoide. El dios, pues para ellos no podía tratarse de otra cosa, los visitó en varias ocasiones; curó heridos y enfermos, hasta que un día desapareció hacia una tierra situada al sur. Después de lo ocurrido, la tribu emigra en busca de condiciones más propicias para la vida. El extraño queda en la memoria como el Dios del bien.
El análisis del documento confirmó la hipótesis, el continente es la Antártida, decidimos solicitar ayuda. Tras largo peregrinar por distintas instituciones, la ONU nos tiende la mano.
Las dificultades burocráticas y económicas retardaron por varios años la expedición. Hoy hemos arribado al lugar indicado por los satélites. Estamos en verano, pero la temperatura hiela la sangre. Las mediciones señalan la presencia de un objeto sepultado a decenas de metros debajo del hielo.
Comienzan las excavaciones, estamos impacientes. Si la leyenda es cierta, por primera vez en la historia de la humanidad se tendrán noticias de vida extraterrestre. Accederemos a sus avances científicos; y, sobre todo, conoceremos que no estamos solos en el universo.
Durante varios días horadamos un túnel, las inclemencias del tiempo y el gélido aire retrasan el trabajo. El ánimo no decae, es mucho lo que esperamos con este descubrimiento.
Hoy topamos con la superficie del objeto, está hecho de un metal de aleación desconocida. Es necesario excavar para definir sus formas. Tras jornadas de trabajo en las que se confunden noche y día ─si puede decirse eso, de una región donde en verano existe el día perpetuo─, logramos una espaciosa cueva donde reposa la nave que deslumbra por su majestuosidad. Estamos emocionados, por primera vez en la historia del planeta se ha hecho semejante hallazgo. La observamos con detenimiento, es bella y aerodinámica, parece un pájaro listo a surcar los cielos.
Tratamos de acceder a su interior, se hace de todo. No se vislumbran puertas, nuestros equipos no han podido con el metal. ¡Estamos desesperados! ¿Será posible que tanto esfuerzo sea en vano?
Ya todos se han retirado al abrigo del campamento. La jornada ha sido agotadora, la desesperanza mina el estado de ánimo. Me he quedado junto a la nave, doy vueltas a su alrededor, trato de adivinar su secreto. Una mancha en el fuselaje, llama mi atención. Me acerco impulsado por la curiosidad, se asemeja a algo conocido. ¿Tiene la forma de una mano? Trato de limpiarla con mi pañuelo, no se quita. Sin pensarlo, pongo mi mano abierta sobre ella; para mi sorpresa, veo como coincide. ¡Qué extraño!, ¡no puedo moverla! Parece como si algo me mantuviera paralizado. Observo atónito lo que sucede, debajo de mi palma aparece una luz; la recorre como si la escaneara y desaparece. Al momento, noto que puedo retirarla y veo como los contornos de una puerta se dibujan en el fuselaje. Llamo a mis compañeros, he descubierto la forma de entrar a la astronave.
Carlos y yo somos los primeros, vestimos trajes especiales. Los demás esperan afuera atentos a lo que pueda suceder. Ya en el interior, nos asombra el estado de conservación en que se encuentra. Parece como si hubieran acabado de limpiarla. La hermeticidad, conservó todo como se dejó al ser cerrada. Nos dirigimos a lo que parece ser la cabina de mando. Innumerables paneles forman un complejo sistema de control. Un grupo de asientos frente a varias pantallas destacan en el panorama. Me acerco al situado en el centro, intuyo que debe corresponder al capitán. Frente a este, el relieve conocido. Repito lo que hice para abrir la puerta, al momento todo se ilumina; la astronave parece viva. Un holograma se proyecta frente a nosotros, desde él un ser saluda. Habla en un idioma que no conocemos; sin embargo, puedo entenderlo.
─Amigos, si han llegado hasta aquí son seres inteligentes y de rasgos humanoides. Si pueden ver estas imágenes, ya no estoy en el mundo de los vivos. Programé la computadora de la astronave, para que sucediera si yo moría. Imagino su curiosidad, sé que tienen muchas interrogantes. Los tesoros que guarda esta nave, significan mucho para su civilización. Años de adelantos científicos se ocultan aquí. No se impacienten, todo será develado a su debido tiempo; pero primero, tienen que oír mi historia.
Gondwana
Transcurre el año 4900, mi nombre es Loan, soy el científico jefe del proyecto Cristal. Mi cuerpo se asemeja al de ustedes, por poseer cabeza tronco y cuatro extremidades. La cantidad de dedos en cada una de ellas, son cinco. Solo nos diferencia la piel y las características del rostro. Si se fijan, debo recordarles a los reptiles. Esto es porque al contrario de ustedes que evolucionaron de los simios, la nuestra fue a partir de un determinado tipo de dinosaurio. Se preguntarán cómo es posible que conozca como son, si nos separan siglos de distancia. Sépanlo, por un tiempo viví entre sus ancestros.
Vine al mundo en el 4700, Año de la Culebra. Cuando grabé lo que ahora ven, tenía 200 años. Nuestra vida dura de 80 a 100 lustros. Nací en el estado más poderoso del continente sur, en el seno de una familia acomodada. Fui el único hijo de un feliz matrimonio.
Durante mis estudios sobresalí en matemática, física, electrónica, química y computación. Obtuve cuatro doctorados en distintas ramas de las ciencias. No hablemos más de mis logros, temo hastiarlos; mejor, les contaré mi historia.
Al terminar la universidad contraje matrimonio con Lina, quien en el transcurso de mi vida además de ser una excelente esposa, fue una gran colaboradora científica. Al igual que yo, poseía varios doctorados; juntos se nos pidió, que formáramos parte del colectivo del Centro de Investigaciones Salen. Este complejo científico era el anhelo mayor de cualquier investigador de nuestro tiempo. Nosotros tuvimos la suerte de estar entre los elegidos.
La vida allí fue muy placentera, el tiempo transcurría entre investigaciones y momentos de esparcimientos. Las condiciones fueron creadas para evitar preocupaciones que bloquearan el intelecto. El mundo exterior era ignorado, solo salíamos en contadas ocasiones; algunas, como participantes o exponentes de conferencias o simposios.
Voy a hablarles de la geografía del planeta, para que puedan ubicarse en lo que digo. Lo forman dos súper continentes, a los que rodean grandes mares. Uno de ellos se nombra Laurasia, está situado en el hemisferio norte. El otro, al cual pertenezco se llama Gondwana, se encuentra en el hemisferio sur. La actividad volcánica es muy intensa, pero hemos aprendido a convivir con ella. Nuestras construcciones son antisísmicas. Las ciudades están lejos de los volcanes; sin embargo, utilizamos la energía geotérmica para el funcionamiento de las urbes.
Para ganar en armonía con la naturaleza, aprovechamos los espacios que nos proporciona; no hay agresión, coexistimos, lo que nos permite mantener el equilibrio. Conocemos que de ello depende el futuro de nuestra especie.
Las construcciones tienen forma piramidal; enclavadas dentro del inmenso bosque que cubre casi el continente, forman parte de la estructura de este. Pasadizos soterrados comunican los edificios entre sí; llegan y van, se dirigen a diversos puntos de la ciudad. El transporte se realiza por medios aéreos o subterráneos. El entorno y la naturaleza son nuestra prioridad, largos años de convivencia en el planeta nos han enseñado a respetarlo.
Considerados los más desarrollados de este mundo, somos la cuna de la civilización. El país donde vivo rige con su poderío los destinos del continente. Tiempos de bonanza y paz transcurren. Arcano, nuestro líder, lleva en sus manos las riendas. Tea, mí ciudad, es la joya del sur. Hay motivos suficientes para sentirnos felices.
Hoy he emprendido un viaje de placer, en unión de Lina. Lo teníamos programado desde hace mucho tiempo. El proyecto en el que trabajamos, está avanzado. Lo requerido en esta etapa, puede ser ejecutado por nuestros colaboradores.
Ya llevamos horas de viaje en el aeromóvil. Las bellezas del planeta pasan ante nuestra vista. Terra es realmente magnifico. Cae la noche, descendemos en la cima de una meseta. Los cuerpos se buscan, un apasionado beso desata la lujuria, nos arrojamos uno sobre el otro y hacemos el amor. Los gemidos rompen el silencio del lugar.
Terminamos y nuestros cuerpos yacen relajados, mientras la vista se pierde. Luces multicolores en el panel de control, indican que el vehículo se encuentra en espera. A través de los cristales delanteros, vemos la luz que ilumina el exterior. Los potentes reflectores infrarrojos del aeromóvil son la fuente. Metros después, nace la oscuridad.
─ Bajamos Loan, quiero estirar los pies ─dice Lina.
─ Vamos.
Llevo mi mano a los controles y libero la puerta. Nos levantamos, caminamos hacia ella. Tras cerciorarnos de que no existe peligro, salimos al exterior. Multitud de estrellas cubren la bóveda celeste. Sobre ese límpido cielo, se destacan las siluetas de nuestras dos lunas gemelas.
Disfrutamos del aire puro, la escasa vegetación amplia el horizonte. El contraste de las estrellas con la oscuridad de la noche es un espectáculo que despierta admiración. Ante tanta belleza, las mentes se unen y caen en éxtasis.
El pesado batir de alas me regresa a la realidad, mis sentidos se ponen en alerta, identifico el sonido. Me arrojo sobre Lina, ambos rodamos por la hierba que cubre el promontorio. La sombra se proyecta, pasa sobre nuestros cuerpos y rasga mis ropas. Un surco sanguinolento nace en mi espalda. Extraigo la pistola, encaro lo que vuelve al ataque. Un enorme reptil alado muestra su silueta. No hay que pensarlo mucho para adivinar sus intenciones, somos el bocado de medianoche. Sus garras buscan la presa. Efectuamos un salto felino, antes de que pueda atraparnos. Acciono el disparador, una bala va en busca de la bestia. Al impactar libera una carga eléctrica. Inmovilizado en el aire, el pterosaurio cae al borde de la meseta. Comprobamos su estado y regresamos al interior del aeromóvil. Ya dentro, Lina busca el botiquín de emergencia. Tras desinfectar la herida y vendarme, rompe en sollozos.
─Que cerca estuviste de la muerte, Loan, pensé que te perdía.
─Olvidas por qué nuestra especie sobrevive en este entorno, a pesar de estar rodeada de grandes peligros. Nos diferencia el intelecto, además de las características del cuerpo el que se adapta rápidamente al medio circundante: con los ojos podemos taladrar la penumbra, la fortaleza y elasticidad de los músculos, nos permiten movernos con rapidez y efectuar grandes saltos. Somos la especie dominante del planeta.
─Es cierto lo que dices, pero eso no me impide temer por tu vida.
─No seas boba, para matarme se necesita un ejército de reptiles.
─ Por poco ocurre y fue uno solo. Menos mal que el disparo lo mantendrá paralizado durante varias horas.
La risa viene a disipar las tensiones. Ante tan azarosa noche, sólo queda lugar para el descanso.
Llega el día y nos disponemos a continuar viaje. Una ojeada al exterior me indica que el pterosaurio se fue. Es un depredador de la noche, no se debe haber sentido muy a gusto al despertar sin su presa.
Ahora, volamos sobre las montañas. Me comuniqué con mis padres, le anuncié mi llegada. Hace mucho que no los veo, el trabajo en el complejo científico absorbe mi tiempo. Nos acercamos a una de las zonas volcánicas. Dos aeronaves de combate vienen hacia nosotros, al identificarnos nos indican la dirección a seguir.
En las zonas volcánicas se ubican las plantas geotérmicas. Recuerden que utilizamos la energía de los volcanes, en el funcionamiento de las ciudades. La lava mana del suelo, el vapor se pierde en la atmósfera. Esta condición se mantendrá mientras exista el planeta. Lo mejor que podemos hacer, es utilizar esa fuente de energía, dada por la madre naturaleza.
Las plantas energéticas son objetivos estratégicos; por esa razón, las rodean emplazamientos militares. La destrucción de una de ellas, ocasionaría grandes daños en la infraestructura del continente.
Circunvalamos el emplazamiento de la planta, nos dirigimos a una de las instalaciones que se ven en la lejanía. Al acercarnos, se definen los contornos. Es una edificación rodeada de tres más pequeñas que hacen las funciones de almacén, laboratorio y hangar respectivamente. Frente al edificio principal una pista de aterrizaje; en ella, un pequeño aeromóvil.
Mi mente remonta el pasado y aparecen los recuerdos, la infancia se hace reciente. Visualizo el laboratorio, los hangares y los exteriores donde pasaba horas contemplando los lejanos volcanes –sus cumbres contra el celeste cielo, coronadas por penachos humeantes, que por momentos podían ser capaces de mostrar toda la cólera de la naturaleza─. Dirijo el vehículo hacia la pista y aterrizo, estoy en casa. Bajamos y dos personas corren a recibirnos; son mis padres, vulcanólogos de profesión.
Terminado el recibimiento, penetramos en el edificio agobiados por la cantidad de preguntas que nos hacen. En lo que será nuestra habitación para los próximos días, nos bañamos y disipamos en algo el cansancio. La cama nos acoge y nuestros cuerpos buscan el sueño. Debemos descansar, si pretendemos disfrutar de la exquisita cena que nos ha prometido mi madre. No piensen que exagero, es muy buena cocinera.
El sueño pasa y con este, el tiempo. El ordenador traslada la voz de mi madre, nuestros cerebros despiertan. Nos vestimos, vamos hacia el comedor.
Hace más de cinco minutos, terminamos de cenar. Efectuamos la sobremesa agrupados alrededor de un pequeño mueble, donde reposan algunos recipientes con bebidas refrescantes. Su curiosidad con respecto a nosotros, ha quedado satisfecha. Ahora, la conversación gira en torno a la situación mundial. Mi padre, es un fanático de la política. Aprovecho estos momentos junto a él, para actualizarme. Los trabajos de investigación, ocupan la mayor parte de mí tiempo. Apenas puedo sentarme frente al televisor; y cuando lo hago, generalmente es para ver un material científico. Tiene razón cuando dice que vivo en una urna de cristal.
Las cosas no son como imaginaba. Nuestro país al ser el más poderoso del planeta, ejerce gran influencia sobre el destino de este; sin embargo, aunque vivimos en la bonanza y la paz, no ocurre así con el resto del mundo. En Laurasia, han surgido problemas. Colonizado por mi continente, largos años de explotación minaron su desarrollo. Llegó un momento en que muchos de los pueblos que lo conforman, se liberaron; algunos mediante guerras, la mayoría por la conquista del poder político. Necesitaron garantizar la defensa de su soberanía. Eso, nunca ha sido del agrado del gobierno de Gondwana. Al independizarse esas naciones, perdieron el lugar donde obtenían mano de obra barata y materia prima a bajo costo. Trataron de imponerse por medios económicos, pero Laurasia contraatacó; aplicaron medidas proteccionistas a sus productos. Antes adquiríamos la materia prima a costos irrisorios y vendíamos a precios privilegiados, era un negocio redondo. Eso se acabó, nos vimos obligados a comerciar en igualdad de condiciones. Las ganancias disminuyeron, la economía estuvo al punto del colapso.
Las condiciones estaban creadas, los países de Laurasia necesitaban armas para garantizar su soberanía. Teníamos la tecnología y las fábricas, por qué no proporcionarle armamento a un precio ventajoso para nuestra nación. Esta etapa marca un viraje en nuestra historia. Salvamos la economía, pero dimos lugar al surgimiento de la carrera armamentista. La industria de la guerra fue a partir de ese momento, el más importante puntal de nuestro modo de vida. « ¿Si hubiéramos podido predecir el futuro?».
─Loan, es hora de descansar, Lina no se tiene en pie ─dice mi madre─. Tú padre cuando habla de política, no tiene para cuando acabar; además, mañana queremos llevarlos a recorrer la zona volcánica.
Acato sus “órdenes”. Contradecirla sería una pérdida de tiempo, es muy voluntariosa; ni mi padre, puede resistírsele. Nos retiramos a dormir.
En la mañana abordamos el aeromóvil. El viaje promete ser interesante, ha pasado mucho tiempo desde mi última visita. Como parte del equipo de investigación del complejo, mis padres tienen entre sus funciones el advertir a tiempo las erupciones.
Los complejos energéticos levitan sobre los volcanes. Sus termo generadores, absorben la energía de la lava y la convierten en electricidad. Almacenada en grandes bancos de condensadores, es distribuida a los más recónditos lugares del continente. Cuando ocurre una erupción, las plantas energéticas cambian de posición, elevan su estructura a distancias en las que no pueden ser dañadas.
Hace una hora que sobrevolamos la zona, ayudamos en las tareas de sondeo. Los datos obtenidos, son almacenados por la computadora del aeromóvil y enviados al laboratorio para ser procesados. Las observaciones preliminares, indican anomalías. Hasta nuestro regreso, no podremos saber con exactitud lo que ocurrirá.
Al regresar, nos dirigimos apresuradamente al laboratorio. Ya con los resultados, aplicamos un programa de simulación, la computadora modela lo que va a ocurrir e indica las medidas a tomar.
La erupción ocurrirá dentro de diez días, será violenta. Manifiesto mis temores, tengo en cuenta los comentarios hechos sobre el fenómeno. Me tranquilizan, al enumerar las características del edificio en que nos encontramos. Aunque el incidente promete tener mayor intensidad que ningún otro antes ocurrido, el complejo formado por la casa donde vivimos y las instalaciones que la rodean, fue diseñado para soportar grandes sacudidas. El conjunto de edificaciones está situado en un punto donde los ríos de lava nunca llegarán, a no ser que ocurra un cambio brusco del terreno. El suelo es firme, lo que evita cualquier resquebrajamiento. Los cimientos de la casa, se han montado sobre un sistema hidráulico capaz de absorber las sacudidas de un terremoto de gran intensidad. Por último, para evitar los efectos de una lluvia de piedras volcánicas, una cúpula transparente con características aerodinámicas, hecha con un material resistente al calor y a las colisiones, cubrirá el complejo en caso de ser necesario. Como verán, el lugar ofrece seguridad.
Dedicamos los días que faltan para el fenómeno, a la supervisión de los sistemas de protección. Aunque confiamos en la tecnología, no está de más realizar verificaciones.
Ha llegado el momento, la erupción ocurrirá en poco tiempo, todas las medidas han sido tomadas. Ayer, nos acostamos tarde en la noche. La proximidad del acontecimiento, nos mantiene sobre ascuas. Ingerimos un frugal desayuno y nos dirigimos al laboratorio; allí, estaremos hasta que termine el suceso.
Las horas transcurren, nuestros ojos no se despegan de las pantallas de los monitores. Es mediodía, el evento puede comenzar en cualquier momento. «La expectativa es grande, ¿resistiremos?». La voz de mi padre, me hace abandonar las preocupaciones.
─ ¡Miren hacia los instrumentos!, ¡parece que se han vuelto locos!
Al unísono, observamos; donde antes había un estable oscilograma, aparecen una serie de pulsos. El acontecimiento acaba de comenzar, es mayor de lo que esperábamos.
─ ¡Que el Supremo nos asista!, ¿será este nuestro fin? ─ grita Lina.
Las pantallas de los monitores muestran el exterior ─chorros de lava son lanzados al cielo, pedazos de roca volcánica salen disparados como proyectiles─. Se oye un estruendo, el suelo tiembla bajo nuestros pies. Vemos como la ladera norte de la montaña ha desaparecido, un río incandescente avanza en dirección al complejo. Las imágenes desaparecen, las cámaras han sido anuladas.
La situación se torna desesperada, sin ellas, no sabemos lo que ocurre en el exterior. Se necesita tomar una decisión, uno de nosotros debe salir a verificar el entorno. Reclamo la tarea, alego mi juventud y mayor agilidad. Mi padre se niega, no quiere que arriesgue la vida. La razón se impone, tiene que ceder.
Me pongo uno de los trajes de seguridad, compruebo que el tanque de oxígeno funciona y el transmisor permite la comunicación. Preparado para soportar grandes temperaturas, me ayudará a preservar la vida una vez en el exterior.
El complejo dispone de un sofisticado sistema de climatización, el que tiene su parte culminante en el interior de las construcciones, donde máquinas refrigerantes hacen asequible la vida en condiciones extremas. Lo logrado dentro de los edificios, no es posible en las áreas exteriores.
Salgo y después de pasar por varios locales, llego a una compuerta; la abro y camino hacia la pista de aterrizaje, ahora despejada. Los aeromóviles se encuentran dentro de los hangares. Me acerco a la cúpula que nos aísla del área exterior. El espectáculo me sobrecoge, no puedo apartar mi vista de lo que se avecina.
Un mar ardiente avanza lento pero inexorable, no más de doscientos metros nos separan del mismo. Miro directo a la muerte, pienso en mi familia. Si de mí dependiera, sacrificaría mi vida con gusto para que ellos se salvaran. No hay escapatoria, la visión a través de la cúpula es opacada por la cantidad de cenizas y piedras volcánicas que caen.
Observo la marcha de la lava, ya casi está sobre nosotros. No les aviso, quiero evitarles sufrimientos; el final, la muerte llegará rápidamente.
─ ¿Qué pasa?, ¡se ha detenido! ─digo en alta voz, sin darme cuenta.
─ ¿Qué sucede allá afuera, hijo? –es mi padre al que oigo.
Sin contestar subo a una torre justo al borde de la instalación, miro hacia delante, lo que veo me llena de esperanza. Frente a mí, a treinta metros de la parte frontal del complejo, por donde la marea ardiente amenazaba con tragarnos, se ha abierto una ancha grieta. La soberbia del infierno penetra en ella, para desaparecer en las profundidades de Terra.
─Padre, la lava que amenazaba con destruirnos, desaparece en una gigantesca grieta que se ha creado frente al complejo.
─No temas hijo, estaba previsto cuando se diseñó la instalación ─contesta.
─Podías habérmelo dicho antes ─murmuro, mientras me dirijo a inspeccionar el resto del área.
Concluido el recorrido, me dispongo a regresar. De pronto desaparece la poca claridad existente, pienso que la lluvia de cenizas ha ocultado el sol; miro hacia arriba, lo que veo nubla mis sentidos. Un enorme pedrusco cae, a medida que se acerca aumenta mi temor, mis piernas se niegan a sostenerme. Me tiro al suelo, mientras un ruido ensordecedor lo llena todo. La mole impacta en la cúpula, parece destrozarla en miles de pedazos. Esta se comba sobre sí misma, y reparte por su estructura la presión ejercida por la colisión. Segundos después el peñasco rebota, sale disparado con destino desconocido. «Si hubiera comunicado el nuevo incidente a mi padre, estoy seguro que me hubiera vuelto a decir: No temas hijo, estaba previsto cuando se diseñó la instalación. ¡Pero caramba!, de haber conocido esos pormenores, no tendría necesidad de cambiar mi ropa interior».
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